lunes, 30 de enero de 2012

Un tratado de paz

Erase una vez un bosque enorme en el que había tres clases de animales, había zorros, conejos y ardillas. Al principio se llevaban bien, pero eso duró muy poco, porque en las semanas siguientes ocurrieron desgracias para los conejos y para las ardillas. Primero cuando se acostaban había bastante comida pero siempre a la mañana siguiente había menos comida y menos animales. Las ardillas y los conejos se pusieron de acuerdo en que habían sido los zorros y se aliaron todos contra los zorros. Cuando los zorros dormían, los conejos y las ardillas les lanzaban cosas y les robaban la comida. Un día un cazador llegó al bosque a cazar, pero se encontró a los zorros, a los conejos y a las ardillas peleándose. En cuanto los animales vieron al cazador se fueron a sus casas. El cazador estuvo un buen rato buscando a los animales pero no los encontró. Pasó allí toda la noche para continuar buscándolos al día siguiente otra vez.
Al día siguiente el cazador se levantó y fue a buscarlos de nuevo; vio a los zorros, que estaban muy gordos de tanto comer, y exclamó:
- ¡Qué gordos están los zorros!.
Mientras lo decía, los zorros lo estaban mirando y se disponían a correr hacia él, pero estaban tan gordos que les costaba hasta andar. El cazador dejó atrás a los zorros y se dispuso a encontrar a las ardillas  y a los conejos, pero era muy difícil porque eran muy pequeños y era muy difícil encontrarlos. Al final, en el último sitio en el que iba a buscar, estaban los animales preparando sus maletas y diciendo:
- ¡Esto es insoportable! -decía el conejo-
- Ya lo se, pero tu tranquilo, que ya nos vamos- dijo la ardilla.
El cazador al oír estas palabras entró donde estaban los animales y les dijo:
- Si queréis os puedo ayudar. Mañana nos reuniremos en el gran árbol a la una de la tarde, ¿vale?.
Las ardillas y los conejos aceptaron. El cazador les dijo lo mismo a los zorros y todos se fueron a dormir.
Al día siguiente todos en el gran árbol esperaban impacientes. Cuando llegó el cazador con el tratado de paz que permitía comer a los zorros todas las cosas que no fueran de los conejos ni de las ardillas, todos lo leyeron y firmaron. Y así el bosque fue como antes y nunca hubo ninguna guerra más en aquel enorme bosque.
Manuel Gómez de Durana (5º curso).

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