Había una vez un niño que tenía 10 años y vivía en un
país muy, muy lejano. Su nombre era Harry.
En el país en el que vivía hacía siempre mucho frío,
pero desde que Harry nació, nunca había visto la nieve. El deseo de Navidad de
Harry era hacer un muñeco de nieve muy grande, pero como no nevaba ninguna
Navidad, nunca había podido hacerlo. Esa navidad, cuando Harry se levantaba
cada día, miraba por su ventana a ver si había nevado y se ponía muy triste
cuando comprobaba que no había nieve. Entonces miraba al cielo para ver si
había nubes que pudieran traer nieve.
Una mañana cuando se levantó y vio que no había nieve
se puso más triste que nunca y al mirar al cielo se dio cuenta que había una
nube muy grande y se quedó mirándola fijamente y pidió el deseo de que nevara
para poder hacer su muñeco de nieve. Esperó y esperó tras la ventana y viendo
que no nevaba, se fue a desayunar muy triste.
Cuando salió de su casa miró a la nube y de repente
empezaron a caer enormes copos de nieve suaves y blancos como el algodón. Harry
no podía creerlo y mientras miraba con los ojos como platos y muy contento, la
nieve seguía cayendo más y más hasta que todo se fue cubriendo con un enorme
manto blanco.
Entonces Harry se puso a hacer un enorme muñeco de
nieve, y una vez que le había dado forma, entró en su casa para poder coger un
sombrero, una bufanda, una zanahoria y unos botones para poder hacerle a su
muñeco ojos, nariz y boca. De repente, mientras miraba como había quedado su
muñeco, el muñeco cobró vida y dijo: “Hola Harry, ¡Feliz Navidad!”
Harry sintió que era la mejor Navidad de su vida.
Nicolas López (5º A)
No hay comentarios:
Publicar un comentario